martes, 31 de agosto de 2010

Casa Eslavín (Becerreá)

De vuelta de una "excursión" a la quiromasajista de La Bañeza, para ver si componía el aparato digestivo del enano, nos coincidió parar en Becerreá. Dado el desconocimiento total de los restaurantes de la zona, paramos en uno de los dos que encontramos en el centro del pueblo, Casa Eslavín. Al entrar evidencia ser un local venido a menos, que debió disfrutar de tiempos mejores cuando la carretera aún era carretera, antes de convertirse en autovía. La suciedad parecía ser una de las marcas caracterísitcas de la casa, con decenas de moscas muertas en el alféizar, o con unos extintores cubiertos de una capa de telas de araña y polvo.
Resultamos ser los únicos comensales a esa hora, en torno a las tres de la tarde. Un par de parroquianos tomaban el café en la barra, charlando con el dueño del local. Nos atendió -más bien se situó frente a nosotros- una camarera a la que no le escuchamos más de tres palabras durante todo el tiempo que estuvimos en el local. Evidentemente no le gustaba su trabajo.

En el menú tenían de primero calamares o caldo, y de segundo albóndigas o chuleta de cerdo. Salvo el caldo probamos de todo, y debo decir que estaba realmente sabroso. Isabel se atrevió con las albóndigas, que fue la comida que tomaban los dueños del local cuando ya nos marchábamos. Pan, bebida, postre -fruta o yogur, qué típico- y café, éste realmente fuerte, por un total de 10 euros.

Uno de los sitios peculiares donde uno cae sin preguntar, y que cuando viajo por ahí me pregunto cómo son capaces de sobrevivir.

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